Tente Banón entrevistado por Pepe Calvo.
El creador de un ambicioso proyecto editorial, The Klein Press, nos desvela en esta entrevista sus inquietudes y su modus operandi.
Pepe Calvo: ¿De qué manera nace el proyecto The Klein Press y cual es su filosofía?
Tente Banón: Como tantas cosas en mi vida, The Klein Press sale de una multitud de ideas. Yo ya barajaba la idea de publicar cuando estaba en Outsiders Division haciendo gorras y ya apuntaba algo en una entrevista en la Revista 34. Yo soñaba con Outsiders Press, publicando libritos de artistas que nos gustaban, pequeños y coleccionables, muy de guardar toda la vida.
P.C.: En los tiempos actuales, ¿no resulta arriesgado económicamente lanzar al mercado libros de artistas visuales emergentes?
T.B.: Es suicidio puro y duro. Me jode mucho cuando la gente dice que esto es un capricho de niño rico cuando me he jugado todo lo que tengo en esto. Ya me gustaría pillar cacho con una buena subvención, o un fondo de inversiones, pero no hago prèt-à-porter, así que hay que aguantarse.
P.C.: ¿Cuál es el secreto de tu gestión interior, administración, distribución… ? ¿Es Tente Banón un hombre orquesta?
T.B.: Yo siempre me veo como un productor: mi trabajo es que las ideas de los artistas se hagan realidad y quizá mi habilidad sea saber de todo un poco pero no saber nada en realidad, excepto ese extraño olfato que te hace ver claro quién es el mejor para hacer lo que quiero. Yo podría haber diseñado la imagen de The Klein Press sin problema, pero tenía claro que Erre Gálvez me iba a dar justo lo que quería. En una conversación en la Parking Gallery le expliqué el proyecto en tres pinceladas y me dio una imagen de marca perfecta, de la que me siento orgullosísimo. A los dos nos une la pasión por la tipografía y es muy fácil trabajar así.
P.C.: Tu interés se centra únicamente en la publicación de jóvenes artistas o, quizá también, piensas en ocuparte de artistas consagrados, libros de ficción, cómics, etc.
T.B.: No es requisito sine qua non, pero es más fácil trabajar con gente más o menos nueva, que se presta al juego. No soy la Doctora Ochoa, así que me conformo con lo que tengo más o menos cerca -que es increíblemente bueno. No nos engañemos, vivimos en Alicante y esto no es New York- no por la calidad, pero si por la facilidad de hacer cosas.
P.C.: ¿Qué requisitos debe reunir un artista para merecer tu atención y ser publicado en The Klein Press?
T.B.: Sólo uno: que me guste. No sacaría ningún libro de gente de la que no me llena lo que hace, al menos no todavía, cuando esto me dé de comer hasta hartarme ya veremos. Esto es un quid pro quo (Clarice), tú me emocionas con tu obra y yo te saco un libro, y así tenemos algo muy bonito en común.
P.C.: ¿Qué opinión te merece la Editorial Taschen?
T.B.: Yo de mayor quiero ser Taschen. Sin bromas. Me parece magnífico sacar libros de arte a precios low-cost y que gente que no distingue una litografía de un art print tenga el libro de recortes de Matisse en su mesa de centro. El arte para minorías es un absurdo, y de eso se acuerda todos los días mi adorada Laurie Anderson «O Superman», ¿número uno? El arte debería ser de las masas. Ahora, si hay que ser brutalmente honestos, lo que más me gusta de Taschen es la recuperación del porno vintage como arte. Libros tan divertidos como “The Big Penis Book” -¡en 3D!- son una inspiración, y en mi biblioteca, “Bob’s World” comparte estantería con un catálogo de Baldessari. De todos modos, todo el mundo sabe que lo que yo quiero es trabajar en The Ivory Press, con Elena Ochoa. Le he mandado los libros y mil mensajes, pero obviamente no soy suficientemente bueno para Lady Foster. Es igual, no tengo prisa. Pero caerá.
P.C.: Háblanos de tus proyectos futuros.
T.B.: El futuro no existe, realmente, porque esto se hace día a día. Te decía antes que tengo libros terminados que no puedo imprimir, porque no hay pasta, así de claro. Lo más inmediato -que después de mil retrasos sale en primavera- es un libro colectivo con un montón de gente que me chifla, unidos por una excusa para montar algo que es una imagen directa de los tiempos visuales que vivimos. Mil disciplinas distintas poniendo en imagen las letras de uno de mis grupos favoritos, en un libro en el que me he dejado los hígados. Volviendo a lo que decía antes, es una reválida de mi papel como productor: he conseguido liar a mas de 50 artistas en un proyecto conjunto, y aunque me ha dejado emocionalmente exhausto, el resultado es precioso. Mala suerte que problemas puramente técnicos nos hayan retrasado otra vez, pero honestamente, si este es mi último libro, me parece un testamento perfecto para el proyecto. Y encima, ¡es tan bonito!