Recuerdo un corro de gente
que canta en una montaña.
Llevan flores en la frente,
chilabas amplias de lana,
un cucurucho de almendras
y un par de sandalias blancas.
La casa es un cobertizo
de adobe fresco y de tablas.
Recuerdo un huerto de coles
y dos gallinas castañas.
Un humo blanco de incienso
saliendo de una ventana,
alguna puerta sin pomo
y un profesor sin pizarra.
Nos cuenta cuentos de ogros
y dice que son de hadas.
Hay un gran medallón de cuarzo
envuelto en papel de plata.
Recuerdo un broche de plumas
y algún pastel de espinacas,
Un frío dolor de muelas
y aquella fiebre tan alta.
< <¡No hacen falta medicinas,
hay que tener esperanza!>>,
ordena el maestro y asienten
al unísono las almas.
No hacen falta medicinas
y al final la fiebre gana,
ya se llevan sin remedio
a mi madre con mi hermana.
Las entierran bocabajo,
en una caja sin tapa,
entre canciones que brincan
alegres por la montaña.
¡Y no entiendo la alegría
y les rompo una guitarra!
Papá me lleva hasta un árbol
y paso allí la mañana.
Los veo reunirse en círculo
y bailar luego sin trabas
sobre la tierra caliente,
sobre mi madre y mi hermana.
Recuerdo un corro de gente
que canta en una montaña.
Raúl Jiménez Muñoz
Ilustración: Rodrigo García Llorca