Cuando llega la luz
Clara Sánchez rastrea a los viejos nazis
Por Lola Vega
“No sabía cómo vivían las abejas, ni los delfines, no sabía cómo se construía un avión, ni si había vida en otros planetas, no sabía por qué unas rosas son rojas y otras amarillas, ni si existe Dios. Sin embargo, sabía que las grandes manos del Carnicero le había amputado el brazo a un prisionero de mi barracón para comprobar cuanto tardaba en desangrarse”. Es un párrafo, una idea con toda la crudeza y el lenguaje literario del último libro de Clara Sánchez CUANDO LLEGA LA LUZ, en el que la novelista entremezcla personajes como Sandra, la protagonista y su amigo Julián. La historia en la que vuelve a sacar a la luz, como ya hizo en LO QUE ESCONDE TU NOMBRE, a los nazis que se escondieron transformados en viejos jubilados en la costa levantina.
«¿Puedes proteger a quien más quieres? No se puede huir ni olvidar. El pasado siempre te encuentra».
Clara Sánchez es consciente de las ampollas que levantó la primera parte de su historia y de las amenazas que recibió, por eso evita citar los nombres reales. No puede elegirse, lo que no quiere saberse, se te mete en los ojos como una ráfaga de arena y se queda en el cerebro y en el estómago.
“Desprendía un olor agrio, que salía disparado de entre los pliegues y recovecos de su cuerpo con cada movimiento, sobre todo al levantarse apoyando las manos en la mesa…”
Un libro que hace reflexionar porque el mero hecho de escribir una novela y proyectarla en un espacio mental crítico (que tal vez alguien habría preferido llenar con lugares comunes), siempre constituye un acto de valentía con todas las exigencias que impone la ficción.
Lola Vega
periodista